Tras la muerte de Eva Perón en 1952, su cadáver queda retenido durante tres años a la espera de que se le construya un mausoleo: un lugar para el descanso que nunca llegaría a elevarse. En 1955, los militares toman el poder en Argentina y esconden el cadáver de Perón, pues temen que pueda unir al país en su contra. Pero no se imaginan que, al ocultarla, pudiera volverse más peligrosa en muerte que en vida.