Cuando Lola pierde los bebés que estaba esperando, también pierde su fe en Dios. Con la esperanza de recuperarla, acude junto a su marido Adolfo a un convento de monjas donde conocen a Tin y Tina, dos angelicales hermanos de siete años por los que Lola se siente extrañamente atraída. Aunque Adolfo no siente lo mismo, deciden adoptarlos. Con el paso del tiempo Lola empieza a caer en una espiral de sospecha y obsesión con los niños y sus macabros juegos religiosos.