Héctor Uría llega hasta Fausto Armendáriz, el dueño de la contrata encargada de los trabajos de limpieza en el interior de La Zona y principal artífice del entramado de intereses establecidos alrededor del accidente nuclear. Para llevarlo ante la justicia Héctor está detrás de un testigo que podría incriminarle y resolver el caso. Sin embargo, su éxito se ve empañado por las consecuencias de las muertes del camping y su poca ortodoxa actuación en el club de alterne.
Paralelamente, Julia llega hasta las raíces de la negligencia en el control de la radioactividad y acaba de desentramar el cúmulo de connivencias que hay alrededor de los recurrentes escapes radioactivos que se siguen produciendo en la central nuclear, parece claro que la central es un monstruo que aún no está domado del todo.